The Last Guardian es el último juego de la trilogía empezada por Team Ico en Playstation 2, el cual salió en 2016 y dividió a la crítica, y me hizo preguntarme qué es lo que realmente necesitamos en los videojuegos. Si recordamos un poco, la generación del PS2 se caracterizó por la aparición de videojuegos que se salieron de la rúbrica, en este caso, Ico y Shadow Of The Colossus.
Durante una plática en un café con colegas de la universidad, un debate surgió de la nada al mencionar que en la actualidad se opta más por buenas gráficas y jugabilidad dinámica, que por la utilización de estos mismos elementos para aportar a la narrativa. Por consiguiente, me surgió la inquietud acerca del momento en que los videojuegos habían dejado de lado la parte artística y preferido la sobreproducción. Sin embargo, Team Ico es la excepción, ya que con The Last Guardian demostraron que no tienen miedo a ir contracorriente y hacer de los videojuegos una obra de arte.
Cabe recordar a Ico, el primer juego de una trilogía, que demostró una jugabilidad simple y formas narrativas basadas en los escenarios y movimientos de los personajes, lo cual nos alejaba de los diálogos repetitivos y escenas rebuscadas de otros videojuegos de ese entonces. Esto sería la pauta para crear Shadow of The Colossus, que llevó el modo de juego y las cinemáticas a su forma más minimalista, lo cual resultó en un producto intenso emocionalmente, que sin muchos diálogos y referencias directas a los sentimientos del protagonista, te atrapaba en su misticismo.
Las dos primeras entregas de esta trilogía espiritual fueron muy bien recibidas, ya que sus gráficas se acoplaban a los requerimientos de su generación, tanto que llegaron a ser consideradas entre los mejores juegos de la PS2.
Ahora bien, surgió mucha expectativa cuando The Last Guardian fue anunciado desde el año 2012. Este último título tuvo un largo desarrollo para su creación, que al final terminó saliendo el 2016 en el PS4. Todos esperaban una obra maestra con un equilibrio perfecto entre jugabilidad, gráficas y narrativa, lo cual no sucedió. Abatida por la crítica, The Last Guardian el que más bien podría convertirse en juego de culto, pasó desapercibido a comparación de sus antecesores.
El problema con The Last Guardian es que no es el mejor videojuego, pero sí una obra de arte. Su jugabilidad torpe es para dar la sensación de controlar a un niño con movimientos imperfectos. La relación entre el monstruo y el niño juega un papel narrativo a toda hora, apoyada principalmente por la impredecibilidad del primero, el cual nos lleva de la mano hacia una gran historia de amistad. Su estilo visual, sin ser realista, se acopla a lo que el juego quiere reflejar: una fantasía.
Team Ico es el artista incomprendido de esta generación de videojuegos, que prefiere lo realista y directo, a lo artístico e interpretativo. Larga vida a Team Ico y su valentía de ir en contra de una industria sin chiste.