Ser pata de perro
Ilhuitl Montoya
He llegado a la conclusión de que quisiera ser un perro. Si existe tal cosa como la
reencarnación, ojalá me toque ser uno, pero no cualquiera, un perro callejero, de
esos que en México hay en cada lugar al que vayas, los mismos que se mimetizan
con el ajetreo de las grandes ciudades o la calma de los pueblos más pequeños.
¿Por qué un perro callejero? Pues son ellos los que tienen las vidas más
completas, y con completas me refiero llenas de experiencias. Quisiera poder
caminar kilómetros y kilómetros sin cansarme tanto, guiándome únicamente por mi
olfato e instinto, podría ver cosas que no todo el mundo aprecia, escuchar
conversaciones e ideas diferentes.
Me daría festines en la basura y de vez en cuando probaría las croquetas que
algún bondadoso humano me obsequiaría, sería la compañía de los vagabundos y
fantasmas, ambos invisibles ante los humanos, pero no ante los perros. Me
mojaría por pura diversión mientras veo como los demás se refugian del clima,
vería los placeres dentro de lo que los demás ven como incómodo, haría muchos
amigos con solo olfatear, sin tantas formalidades, pelearía por la pura emoción de
defender mi territorio, el cual maravillosamente puedo cambiar constantemente,
sin estar atado a una ciudad, país, ni siquiera continente.
Pero también pasaría frío, hambre, maltratos y atropellos, experiencias, al fin y al
cabo, dualidades de la vida de perro, mientras unos acarician otros patean, unos
alimentan, otros envenenan, ven con amor y otros con desprecio, algunos fingen
preocuparse, pero es puro cuento, en ese aspecto no es muy diferente de los
humanos.
Aun con todo lo que implica ser un perro, cosas buenas y malas, el optimismo
siempre estará presente, eso es algo que envidio de los canes, siempre
disfrutando de la vida sin importar nada, tal vez sea simplemente su instinto de
supervivencia, o tal vez a los humanos se nos olvida vivir.
Ilhuitl Montoya
He llegado a la conclusión de que quisiera ser un perro. Si existe tal cosa como la
reencarnación, ojalá me toque ser uno, pero no cualquiera, un perro callejero, de
esos que en México hay en cada lugar al que vayas, los mismos que se mimetizan
con el ajetreo de las grandes ciudades o la calma de los pueblos más pequeños.
¿Por qué un perro callejero? Pues son ellos los que tienen las vidas más
completas, y con completas me refiero llenas de experiencias. Quisiera poder
caminar kilómetros y kilómetros sin cansarme tanto, guiándome únicamente por mi
olfato e instinto, podría ver cosas que no todo el mundo aprecia, escuchar
conversaciones e ideas diferentes.
Me daría festines en la basura y de vez en cuando probaría las croquetas que
algún bondadoso humano me obsequiaría, sería la compañía de los vagabundos y
fantasmas, ambos invisibles ante los humanos, pero no ante los perros. Me
mojaría por pura diversión mientras veo como los demás se refugian del clima,
vería los placeres dentro de lo que los demás ven como incómodo, haría muchos
amigos con solo olfatear, sin tantas formalidades, pelearía por la pura emoción de
defender mi territorio, el cual maravillosamente puedo cambiar constantemente,
sin estar atado a una ciudad, país, ni siquiera continente.
Pero también pasaría frío, hambre, maltratos y atropellos, experiencias, al fin y al
cabo, dualidades de la vida de perro, mientras unos acarician otros patean, unos
alimentan, otros envenenan, ven con amor y otros con desprecio, algunos fingen
preocuparse, pero es puro cuento, en ese aspecto no es muy diferente de los
humanos.
Aun con todo lo que implica ser un perro, cosas buenas y malas, el optimismo
siempre estará presente, eso es algo que envidio de los canes, siempre
disfrutando de la vida sin importar nada, tal vez sea simplemente su instinto de
supervivencia, o tal vez a los humanos se nos olvida vivir.