El rock y la guerra de ideas: liberación del alma en la música
Mildred Vázquez Ortega
Después de la Segunda Guerra Mundial se gestaron grandes movimientos sociales y políticos que definieron la historia del mundo. A mediados de los 60 surgió en Estados Unidos y Gran Bretaña una forma de protesta que iba más allá de las manifestaciones meramente civiles. El rock, que tenía sus atisbos desde los 50 sugería repensar las formas en las que estábamos actuando y los jóvenes, hartos de los mandatos y las reglas establecidas, buscaban su libertad en la música, que abría frente a sus ojos las enormes puertas de una vida tranquila en la que ésta era el oxigeno y el amor, la comida.
Curiosamente recordamos y alabamos una época que surgió de la guerra, una guerra que no se traduce sólo en cuerpos inertes, también en la batalla constante de ideas, la contracultura de un lado y la sociedad americana tradicional del otro. Quién diría que de tal aberración surgiría un movimiento que sería el estandarte de muchas generaciones. Los músicos, escritores y pintores de aquellos años luchaban constantemente contra las ideas conservadoras de la clase conformista que les presentaban una forma de vida falsa.
En México, el rock llegó como consecuencia de la ola expansiva a finales de los 60 y dio fuerza a los movimientos sociales de aquella época. La matanza del 68 fue el detonante de una serie de movilizaciones estudiantiles que tomaban fuerza del rock mexicano y las letras rebeldes.
Como explica José Othón Quiróz Trejo: “En los sesenta y setenta algunos vivimos al ritmo de la música de rock y seguimos las obras de los rockeros que inspiraban nuestras acciones en las luchas del 68. Otros escuchaban las canciones de la Guerra Civil Española, la música de protesta de Judith Reyes, de Margarita Bauche o de Óscar Chávez. Hasta la fecha todavía no se les da al rock y a la contracultura los lugares que se merecen como música de fondo e influencia cotidiana dentro del movimiento estudiantil de 1968”.
A inicios de los 70 seguían los movimientos estudiantiles en contra del Estado y con ello florecía el rock rebelde con grupos como Three Souls in My Mind, mejor conocida como el TRI, los Yaqui, los Dugs Dugs, entre otras bandas.
En México ocurrió algo parecido a Woodstock pero muy a la mexicana, el conocido Festival de Rock y Ruedas de Avándaro se llevó a cabo el 11 de septiembre en Valle de Bravo. Comenzó como una simple demostración de autos con música en vivo, pero se salió de las manos y al recinto acudieron más de 250 mil personas aproximadamente, una audiencia muy diversa compuesta por jóvenes liberales, amantes de la música de un lado, los hippies del otro y en un rincón algunos militantes de una izquierda prematuramente envejecida como los llama Quiroz, aquellos jóvenes que se sentían incómodos con los desenfrenos de aquel concierto.
El Festival fue pensado para 6000 y 7000 personas llegaron más de 250 mil al evento. El mal tiempo y la represión del Estado no pudieron contra ellos, la fé creciente y acumulada que se combinaba con la furia de los jóvenes reprimidos que habían vivido la matanza del 68, se convirtió en la motivación.
De manera sorprendente el evento fue organizado por personas de alto poder y algunos jóvenes adinerados. Entre ellos Luis de Llano, uno de los organizadores se sorprendió de que los jóvenes recibieran bien el festival pero nunca se esperó que éste tuviera tantas consecuencias.
El evento se encontraba monitoreado por elementos de seguridad pública pues meses antes se había dado una brutal represión por parte del Estado y se temía que el Festival se convirtiera en un levantamiento por la cantidad de personas, jóvenes en su mayoría, que acudieron al recinto para liberarse y escuchar rock.
“En Avándaro el poder de convocatoría de la música se dio cuando Peace and Love de Ricardo Ochoa puso a vibrar a los más de 250 mil personas que asistieron, y al micrófono gritó ‘chingue a su madre el que no cante’, la radio transmitía el concierto, pero tras el grito, la radio calló y el rock calló”, escribe Quiróz Trejo.
¡Tenemos el poder!
La euforia y el ritmo de la música no cesó, el grito “¡Tenemos el poder!, ¡Tenemos el poder!”, liderado por una canción del grupo Peace & Love, puso en alerta a los altos mandos que con temor se enteraban de los sucesos de Avándaro. Sin embargo, el Estado utilizando el recurso más efectivo que tenía, la televisón, el periódico y la radio, medios que controlaba el presidente de la República, satanizó el evento y con ello sentenció al rock difundiéndolo como un desenfreno de drogas y sexo.
El Estado encontró la razónperfecta para satanizar el rock y utilizó la censura como una solución a la rebeldía y el entusiasmo de los jóvenes de los 70.
En una entrevista a Alex Lora, el vocalista de Three Souls in My Mind, una de las bandas que se presentaron, mencionó que “en aquella época ser rocanrolero era como ser un narco satánico”.
“Por la misma represión que se vino en contra del rock, el rock reaccionó y comenzó a hacer canciones que hablaban de situaciones, personajes, acontecimientos políticos, sociales e históricos que tenían que ver con nuestra realidad y con nuestra identidad y el momento histórico”, agregó Lora.
A más de 40 años tenemos rock y se sigue viviendo con la misma intensidad de aquellos años de represión, y a pesar de que las formas han mutado junto con las razones y el entusiasmo, aunque la represión sigue camuflada entre spots políticos y uno que otro trajeado, seguimos teniendo rock y los jóvenes todavía tenemos el poder.
Que no se les olvide…
Después de la Segunda Guerra Mundial se gestaron grandes movimientos sociales y políticos que definieron la historia del mundo. A mediados de los 60 surgió en Estados Unidos y Gran Bretaña una forma de protesta que iba más allá de las manifestaciones meramente civiles. El rock, que tenía sus atisbos desde los 50 sugería repensar las formas en las que estábamos actuando y los jóvenes, hartos de los mandatos y las reglas establecidas, buscaban su libertad en la música, que abría frente a sus ojos las enormes puertas de una vida tranquila en la que ésta era el oxigeno y el amor, la comida.
Curiosamente recordamos y alabamos una época que surgió de la guerra, una guerra que no se traduce sólo en cuerpos inertes, también en la batalla constante de ideas, la contracultura de un lado y la sociedad americana tradicional del otro. Quién diría que de tal aberración surgiría un movimiento que sería el estandarte de muchas generaciones. Los músicos, escritores y pintores de aquellos años luchaban constantemente contra las ideas conservadoras de la clase conformista que les presentaban una forma de vida falsa.
En México, el rock llegó como consecuencia de la ola expansiva a finales de los 60 y dio fuerza a los movimientos sociales de aquella época. La matanza del 68 fue el detonante de una serie de movilizaciones estudiantiles que tomaban fuerza del rock mexicano y las letras rebeldes.
Como explica José Othón Quiróz Trejo: “En los sesenta y setenta algunos vivimos al ritmo de la música de rock y seguimos las obras de los rockeros que inspiraban nuestras acciones en las luchas del 68. Otros escuchaban las canciones de la Guerra Civil Española, la música de protesta de Judith Reyes, de Margarita Bauche o de Óscar Chávez. Hasta la fecha todavía no se les da al rock y a la contracultura los lugares que se merecen como música de fondo e influencia cotidiana dentro del movimiento estudiantil de 1968”.
A inicios de los 70 seguían los movimientos estudiantiles en contra del Estado y con ello florecía el rock rebelde con grupos como Three Souls in My Mind, mejor conocida como el TRI, los Yaqui, los Dugs Dugs, entre otras bandas.
En México ocurrió algo parecido a Woodstock pero muy a la mexicana, el conocido Festival de Rock y Ruedas de Avándaro se llevó a cabo el 11 de septiembre en Valle de Bravo. Comenzó como una simple demostración de autos con música en vivo, pero se salió de las manos y al recinto acudieron más de 250 mil personas aproximadamente, una audiencia muy diversa compuesta por jóvenes liberales, amantes de la música de un lado, los hippies del otro y en un rincón algunos militantes de una izquierda prematuramente envejecida como los llama Quiroz, aquellos jóvenes que se sentían incómodos con los desenfrenos de aquel concierto.
El Festival fue pensado para 6000 y 7000 personas llegaron más de 250 mil al evento. El mal tiempo y la represión del Estado no pudieron contra ellos, la fé creciente y acumulada que se combinaba con la furia de los jóvenes reprimidos que habían vivido la matanza del 68, se convirtió en la motivación.
De manera sorprendente el evento fue organizado por personas de alto poder y algunos jóvenes adinerados. Entre ellos Luis de Llano, uno de los organizadores se sorprendió de que los jóvenes recibieran bien el festival pero nunca se esperó que éste tuviera tantas consecuencias.
El evento se encontraba monitoreado por elementos de seguridad pública pues meses antes se había dado una brutal represión por parte del Estado y se temía que el Festival se convirtiera en un levantamiento por la cantidad de personas, jóvenes en su mayoría, que acudieron al recinto para liberarse y escuchar rock.
“En Avándaro el poder de convocatoría de la música se dio cuando Peace and Love de Ricardo Ochoa puso a vibrar a los más de 250 mil personas que asistieron, y al micrófono gritó ‘chingue a su madre el que no cante’, la radio transmitía el concierto, pero tras el grito, la radio calló y el rock calló”, escribe Quiróz Trejo.
¡Tenemos el poder!
La euforia y el ritmo de la música no cesó, el grito “¡Tenemos el poder!, ¡Tenemos el poder!”, liderado por una canción del grupo Peace & Love, puso en alerta a los altos mandos que con temor se enteraban de los sucesos de Avándaro. Sin embargo, el Estado utilizando el recurso más efectivo que tenía, la televisón, el periódico y la radio, medios que controlaba el presidente de la República, satanizó el evento y con ello sentenció al rock difundiéndolo como un desenfreno de drogas y sexo.
El Estado encontró la razónperfecta para satanizar el rock y utilizó la censura como una solución a la rebeldía y el entusiasmo de los jóvenes de los 70.
En una entrevista a Alex Lora, el vocalista de Three Souls in My Mind, una de las bandas que se presentaron, mencionó que “en aquella época ser rocanrolero era como ser un narco satánico”.
“Por la misma represión que se vino en contra del rock, el rock reaccionó y comenzó a hacer canciones que hablaban de situaciones, personajes, acontecimientos políticos, sociales e históricos que tenían que ver con nuestra realidad y con nuestra identidad y el momento histórico”, agregó Lora.
A más de 40 años tenemos rock y se sigue viviendo con la misma intensidad de aquellos años de represión, y a pesar de que las formas han mutado junto con las razones y el entusiasmo, aunque la represión sigue camuflada entre spots políticos y uno que otro trajeado, seguimos teniendo rock y los jóvenes todavía tenemos el poder.
Que no se les olvide…