La época milenial, conformada por las personas que nacieron entre 1982 y 2002, representa valores y comportamientos muy distintos a los vistos en tiempos pasados. Esta generación, de la mano con la nueva tecnología, principalmente el internet, ha transformado las formas de expresión tradicionales gracias a la velocidad en la que se comparte la información. Una de estas expresiones mutadas ha sido la fotografía, que con la aparición de redes sociales como Facebook, Twitter, Instagram, Tumblr, y otras más no muy conocidas, ha perdido su valor artístico con los filtros y manejo de luz automáticos que permiten a cualquiera tomar una foto bonita. El problema no es de las personas, sino de la industria, ya que ella hace creer qué considerar como atractivo y qué no. Quizá sea bueno sacarle partido a las facilidades de la tecnología para ganar dinero, pero eso se acaba cuando el verdadero trabajo, la expresión artística que contiene el perfeccionamiento de la técnica, empieza a perder valor, y eso es lo que pasa o pasaba con esta nueva generación. Solo pocas personas han sabido darle un giro a este tipo de facilidades que hacen cada día más común la fotografía. Entre estos nuevos artistas de las redes sociales está el usuario Dirk Bakker, el cual a través de su perfil expone lo aspectos más limpios de la arquitectura de su ciudad, donde juega con la simetría, el formato que arroja por defecto la aplicación de Instagram y los filtros que bien utilizados, pueden dar materiales espléndidos. Otro de ellos es Simone Brabante, quien con 810 mil seguidores, ha logrado cautivar a la ciber audiencia con sus hermosos paisajes y gran control del color. Si bien la mutación de la fotografía cada vez es más rápida, y con esto la facilidad de su realización, debemos tener en cuenta como fotógrafos de profesión que hay que adaptarnos a las nuevas posibilidades para que nuestro trabajo sea aún más valorado. Todo esto, sin ser tradicionalistas o conservadores, y mejor considerar como ventaja todo este avance tecnológico.