Por: Cristina Tenorio
Amada por muchos, la «nube», como son llamados los servidores de internet que almacenan masivamente la información, tiene una inminente presencia en el día a día. Es una verdad que desde que el almacenamiento en internet llegó a la vida de la gente, ésta ha dejado de acumular papeles, ya no se preocupa por perder sus archivos o agotar la memoria de su computadora.
Es necesario recordar un poco el panorama de hace unas décadas y la evolución del mismo. Las fotografías eran impresas en papel y guardadas en álbumes; existían disquetes y más tarde el CD. Para ver una película, los videoclubs eran los más socorridos para rentar un VHS y más adelante un DVD. Todos ellos empezaron a ser poco e insuficientes para las necesidades de almacenamiento. Al paso del tiempo, los dispositivos fueron incrementando su capacidad y reduciendo su tamaño. Y aun así dejaron de satisfacer las necesidades del público actual.
¿Qué se necesitaba? Más de todo. Más almacenamiento y más opciones. Y como anillo al dedo llegaron los servicios de almacenamiento y de streaming. De alguna forma ya no es necesario descargar o guardar archivos de música o video, todo está almacenado en algún otro lugar y se puede disponer de él prácticamente en cualquier momento y lugar. Pero como todo lo bueno de la vida, no es gratis y me temo que eso no es tan bueno.
Entonces, entre tanta maravilla tecnológica, ¿qué es lo costoso y qué es lo malo? Más allá de tener un costo monetario y de causarnos algún mal físicamente, creo que estamos dejando pasar dos aspectos muy importantes acerca de nuestros hábitos de almacenamiento en la nube.
El primero es la seguridad. Son muy sonados los casos de celebridades víctimas de las filtraciones de sus archivos personales, justamente alojados en estos servicios. Sé que la mayoría puede escudarse en su nula fama o en la poca importancia de su información, pero la nube no son únicamente fotografías y archivos de texto.
Los datos personales y otras cosas pueden sincronizarse desde el correo electrónico y desde los todopoderosos Smartphones, incluso sin darse cuenta. Es decir, pueden estar en la nube sin que tú lo sepas. Y, aunque la seguridad depende en gran parte de la empresa que ofrece el servicio, lo que queda en las manos del usuario es la buena administración de su información.
Además de la seguridad, el segundo aspecto es la fe ciega en este método. La nube no es eterna y no es perfecta. La transición de lo físico a lo virtual carga con sus consecuencias. Desde mi punto de vista, la consecuencia más ignorada es que la información deja de pertenecer al usuario. Si en algún momento el servicio desaparece, también nuestra información.
Si bien, la nube es amada por muchos debe ser correctamente usada por todos. No dudo que sea un aliado importante para miles de personas alrededor del mundo, pero no debe ser el único. Al final, el papel puede ser tan efímero como una conexión a internet.
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