Nuestra historia entre columnas
Por: Tabata Nishizawa
Miras al cielo y te das cuenta que es un día ideal, sabes que el clima es perfecto para recordar y volver a vivir aquello que se ha olvidado. Bajas la vista y de pronto está ahí. El retrato del pasado, un espectador silencioso que espera con ansias a que entres y conozcas un poco de lo que ha presenciado.
El Carolino vive. Respira historia y la transmite a través de sus enormes paredes de piedra, de sus jardines y soberbios salones, pero sobre todo de su antiquísimo claustro que se alza ante ti orgulloso, pues no todos tienen la fortuna de presumir que son patrimonio de la humanidad.
Caminas y ahora todo es diferente. Mueres de ansias por saber qué ha pasado en ese lugar.
Edificio que vio nacer la máxima casa de estudios del estado de Puebla, cuatrocientos treinta y tres años de recuerdos, generaciones agradecidas ante un ambiente de libre aprendizaje e independencia política, lo sabes de memoria pues eres parte de eso.
Sigues caminando y una figura detiene tu atención. Es un hombre que bien podría ser parte del edificio y se ha detenido de sus actividades para compartir contigo un poco de todo ese conocimiento que ha resguardado fielmente durante años…
Un buen apretón de manos y percibes una piel áspera, síntoma de vivencias y, una voz dura que demuestra seguridad. Él observa las paredes del edificio, proyecta una mirada melancólica pero orgullosa.
-Era un 23 de noviembre de 1956,- dice con voz ronca- día en que la universidad logró su autonomía, misma que ayudó a adquirir esa identidad que caracteriza a la institución, una época dura, pero grande para nuestra voz como pueblo. Estudiantes influenciados por la política nacional, universidad separada por dos corrientes antagónicas entre la izquierda liberal y la derecha conservadora.
Camina junto a ti observando la cantera bajo esos largos pasos. Recorren salón por salón hasta llegar a uno que capta tu atención, jamás habías visto algo como eso. El salón barroco logra voltear la cabeza hacia el cielo de cualquier visitante. El nombre lo dice todo y su abrumador techo lleno de pequeños detalles lo confirma. El viejo a tu lado ríe al ver tu ahogada expresión.
-Como puedes ver el Carolino al ser una universidad preciosa, era también muy elitista, dentro de sus planteles se marcaba la diferencia entre la burguesía y el obrero. Con tanto descontento ante la desigualdad se crea un movimiento para destruirla. Dio inicio con el ingreso de los hijos de los líderes obreros, marchas que tenían por objetivo el ingreso del pueblo a las aulas.
Marchas que recuerdan a las actuales, propósitos diferentes pero protagonistas similares. Pueblo insatisfecho y un gran observador, testigo de grandes injusticias y sucesos revolucionarios. Cuántos contrastes.
-El verdadero descontento fue cuando las primeras gotas de sangre se derramaron en el suelo poblano. Policías situados en las torres de Catedral dispararon hacia el Carolino, arrebatando la vida de estudiantes inocentes.- exclamo el viejo con un aire nostálgico.
Tienes miedo de verlo a la cara, pues sus ojos adquieren un brillo lleno de coraje y dolor, el brillo escurre lentamente por la mejilla arrugada y tú prefieres voltear la mirada a la pintura frente a ti. Detrás de toda la belleza existe un enorme sufrimiento.
¿Pero qué sería la vida sin sufrir?
Eliges no preguntar y seguir recorriendo el increíble inmueble.
En las últimas salas te encuentras de todo, desde enormes entableradas hasta hermosas pinturas, cada una tiene una historia que contar. Sus arcos centrales junto con las diversas fuentes hacen una combinación perfecta hasta para una película.
Estas a punto de bajar por las escaleras pero unas voces tras la puerta del fondo te detienen; las conoces, las oyes cada tarde, sabes a quienes pertenecen. Los chicos de Radio BUAP te regresan a la realidad, recuerdas que al día siguiente tienes que estar temprano en C.U, ese examen final no se resolverá solo.
“Después de que la educación se pusiera al alcance de todos, la población estudiantil creció. Esto fue causa de la creación de Ciudad Universitaria, donde se concentrarían las facultades y harían crecer lo que hoy conocemos como la BUAP.- exclamo el viejo acertadamente, como si leyera tus pensamientos.
El sol se ha ido, ahora solo queda la poca luz de los faroles y tu enorme cansancio. Es lo suficientemente tarde como para despedirte de aquel extraño que amablemente accedió a prestar un poco de su vida para relatarte aquella historia.
Volteas y le ofreces la mano en señal de despedida, pero ya no está. Ha desaparecido por aquella columna del fondo llevando consigo años de recuerdos. Te arrepientes porque en todo el camino nunca preguntaste cuál era su nombre y, aunque el guardia de seguridad jure que no había nadie más en el edificio, tú sabes lo que has visto y por supuesto que piensas volver.
Quizá en otra ocasión te atrevas a preguntar su nombre y así, revivan juntos la historia, entre columnas.