El Reglamento de Ingreso, Promoción y Permanencia (RIPPA) de la BUAP debería cambiar de nombre.
Una mejor denominación podría ser RISA. Y es que el ingreso de nuevos perfiles a la universidad poblana de la mano de la otorgación de plazas por concurso de oposición es una verdadera farsa.
Las nuevas plazas son financiadas con dineros federales, pero a las autoridades de la BUAP no les da miedo perderlas. Más importante para ellas es que los nuevos profesores se agachen ante los directores. No toleran la disidencia. La sola posibilidad de que el docente contratado crea que está ahí por sus propios méritos y no por el favor de quien tiene el mando, no los deja dormir.
A Anel Hernández Sotelo del Colegio de Historia no la evaluaron, a Rafael Archondo de la Facultad de Comunicación lo evaluaron fuera de plazo y amañaron el proceso con tal de tenerlo lejos. A otra profesora del área de biología que no quiere revelar su identidad, la evaluaron bien, pero igual decidieron no contratarla.
La excusa es siempre la misma: "no tiene el perfil". Cuando les otorgaron la plaza no pensaron en eso, de pronto, les llega un guiño estelar y cambian de opinión.
No, no es cierto que no tengan el perfil. Lo que en realidad sucede es que ni Anel ni Rafael ni los demás que callan, se agacharon ante el director. Dieron clases, acumularon méritos, fueron autónomos y aportaron para que los estudiantes tuvieran una mejor formación. No se ocuparon de coleccionar elogios convenientemente dirigidos ni vendieron su conciencia en un acto electoral.
A esos profesores es mejor quitarles la plaza, perderla, reemplazarlos por maestros hora clase que no protesten, que no piensen en nada que no sea su salario quincenal.
"Nos están corriendo", sí. Nos están marginando porque en la BUAP no manda el rector, sino la abogada general, no manda el rector, sino los directores, no manda lo académico, sino lo burocrático.
"Nos están echando", pero eso nos da las fuerzas para resistir. México ha cambiado, falta la BUAP.