Héctor Ibrahim Armenta Morales
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.”
“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.”
Antonio Machado
A menudo, durante nuestra vida, la concepción de muerte se hace presente. Innumerables hechos acontecen en torno a este acontecimiento, pero ¿las parafernalias sentimentales son el verdadero concepto de la muerte?, ¿por qué creer que conocemos a la muerte?
Desde que nace, el hombre tiene la intención consciente e inconsciente de sobrevivir bajo cualquier circunstancia; la muerte se presenta y avecina en diversos hechos que rodean nuestra cotidianidad, por lo mismo es un milagro que sigamos vivos. La coincidencia de seguir vivos es más exacta que la coincidencia de morir, por lo tanto la vida solo es una simple coincidencia de hechos que nos permiten reiniciar el peligro constante de ya no existir.
Al enterarnos del fin de la existencia de algún ser querido, dejamos al alma vaciarse con lágrimas y suspiros que no arreglan nada y no tienen sentido pues ni ríos enteros de estas gotas harán regresar a quien se fue, lo mismo que en el amor. Al presenciar el cuerpo sin vida nos desplomamos sin aspavientos y nos hacemos la pregunta que nadie responde: ¿Por qué?
Al sentirse así es difícil comprender a la muerte como un hecho periodístico y natural y creemos que el concepto único de este acontecimiento es el que estamos presenciando. Sin embargo, la certeza de algo o de nada impera en cualquier pensamiento que sea testigo de tradiciones que rotan sobre el fin de la vida.
Incertidumbre plena es la que gobierna nuestras reflexiones sobre la muerte y debería ser así para todos pues al querer indagar sobre lo que estamos presenciando, la pluma perdería la fuerza, los ojos se nublarían y cualquier visión quedaría sin vestigio de redacción. Nadie tendrá nunca la capacidad de interactuar con la vida y con la muerte al mismo tiempo, no conocemos a la muerte, son solo visiones externas, nada más.
Desde que nace, el hombre tiene la intención consciente e inconsciente de sobrevivir bajo cualquier circunstancia; la muerte se presenta y avecina en diversos hechos que rodean nuestra cotidianidad, por lo mismo es un milagro que sigamos vivos. La coincidencia de seguir vivos es más exacta que la coincidencia de morir, por lo tanto la vida solo es una simple coincidencia de hechos que nos permiten reiniciar el peligro constante de ya no existir.
Al enterarnos del fin de la existencia de algún ser querido, dejamos al alma vaciarse con lágrimas y suspiros que no arreglan nada y no tienen sentido pues ni ríos enteros de estas gotas harán regresar a quien se fue, lo mismo que en el amor. Al presenciar el cuerpo sin vida nos desplomamos sin aspavientos y nos hacemos la pregunta que nadie responde: ¿Por qué?
Al sentirse así es difícil comprender a la muerte como un hecho periodístico y natural y creemos que el concepto único de este acontecimiento es el que estamos presenciando. Sin embargo, la certeza de algo o de nada impera en cualquier pensamiento que sea testigo de tradiciones que rotan sobre el fin de la vida.
Incertidumbre plena es la que gobierna nuestras reflexiones sobre la muerte y debería ser así para todos pues al querer indagar sobre lo que estamos presenciando, la pluma perdería la fuerza, los ojos se nublarían y cualquier visión quedaría sin vestigio de redacción. Nadie tendrá nunca la capacidad de interactuar con la vida y con la muerte al mismo tiempo, no conocemos a la muerte, son solo visiones externas, nada más.