Desde sus inicios, la escena musical independiente ha sido abundante y, sin duda, una de sus más grandes características es que nos invita a adentrarnos en sus bastas opciones, ya que la singularidad de cada grupo permite que se diferencien de otras bandas. Con esto, nos damos cuenta de que algo pequeño, pero unido puede causar un terremoto, como lo ha sido esta escena en nuestro país. Aunque aún así, persiste una duda popular: ¿Por qué algunas bandas la arman rápidamente mientras que otras nunca salen de lo desconocido? Mientras de un lado afirman que esto se debe a factores económicos −ya saben, promoción, videos, contactos, y todo el rollo publicitario−, del otro, hay quienes aseguran que no existe una receta real para lograr el éxito.
Y es que, para respaldar lo anterior, existen bandas que no siguen ningún parámetro para llegar a donde están y que el triunfo que han conseguido se debe únicamente a su esfuerzo y actitud, pero sobre todo, a su talento.
Little Jesus, el grupo formado por amigos originarios de la Ciudad de México, que decidieron juntarse para hacer lo que más les gusta, es una prueba de que no hay una fórmula exacta para lograr ser escuchados, porque de lo que se han valido estos chavos, es de su original propuesta y el amor que le ponen a lo que crean.
El asunto comenzó cuando Santiago Casillas (voz) se encontraba estudiando música en Boston y un día quiso armar un proyecto sencillo, sin mayor propósito que el de pasarla bien. Y así empezó tocando con compañeros de allá; aunque para nuestra fortuna, el sujeto tuvo que regresar a México, donde amigos de siempre, lo esperaban para darle vida a ese proyecto que parecía haberse quedado en el norte. Así fue como Pony (guitarrista), Truco (baterista), Medina (bajista) y Carlos (tecladista), se unieron a Santiago en un viaje de buen-ondismo y mucha música.
El proceso para pasar de ser sólo una banda de amigos a escucharse en la radio y presentarse en todos lados a cada rato, fue algo que ellos mismos fueron dictando, con sus propios tiempos e ideas. Algo que sin duda ayudó, fue el hecho de que el grupo no rechazaba invitaciones. Si el evento era Tultitlán, en una fiesta o en El Imperial, no importaba, el chiste era tocar, lo demás llegaría después. Uno de los eventos que los reafirmó en el mapa de la música independiente de México, fue su presentación en El Imperial un martes 17 de julio del 2012, al ser teloneros de Matilda Manzana. Abrieron y ambientaron el concierto con sólo 5 canciones.
Fue hasta el 2013 cuando decidieron que era tiempo de meterse al estudio a tocar, tocar y tocar, aunque todo a su ritmo, nada establecido ni apresurado. También en ese mismo año, aunque estuviera a punto de terminar, decidieron que el disco tenía que ser. Pasaron menos de un mes encargándose de terminar canciones sin letra, de concretar el arte del álbum y de mandar mails interminables al chico de las mezclas. Y así, después de un proceso donde la batería de una canción la grababan en febrero, el resto se terminaba en agosto y aceleraban todo lo demás a finales de noviembre, fue que el 1ro de diciembre, cobró vida "Norte" bajo el género de "tropipop", autodenominado por la banda.
Aunque sólo contara con 9 tracks, Norte era un abanico amplio de material sonoro diseñado para cautivar a cualquiera. Desde "Pesadilla", su canción introductoria, la banda se muestra a todos de forma estruendosa, fiestera e intensa. Luego, "Cruel", nos invita a brincar en nuestro lugar (o fuera de él) por sus guitarras fuertes combinadas con ritmos más exóticos. Después todo se pinta de "Azul" y nos embarcamos en un viaje llevado por una melodía hipnótica, pegajosa e incluso romántica hasta cierto punto.
Con "Cretino", llegamos al equivalente del intermedio en una película, una pieza que nos va preparando el terreno para lo que nos espera con "Truco", o sea, fiesta: fiesta efusiva y descontrolada. Con esa misma línea, tal vez un poco más tropicalizada, está "Berlín", esa canción que invita a escaparse acompañado, "a aprender a volar". "Químicos", la sentimental del grupo, la que se presta para bailar despacio, solo o en pareja, pero al final bailar.
Después de esa parte armónica y nostálgica, "Colores" nos agarra desprevenidos y nos levanta el ánimo con su melodía alegre y sus letras perfectas para corearse gritando. Al terminar el festejo, llega "Sur", cargada de una atmósfera onírica y de sonidos experimentales que ejecutan perfectamente el final de una etapa, y que de alguna forma, nos advierte sobre lo que vendrá.
Con “Norte” vino el boom de Little Jesus; el haber realizado algo tan bueno, les valió el ser vistos como una de las más grandes promesas de la música en México, y no decepcionaron. Queriendo conquistar otros terrenos, el grupo lanzó a finales del 2014 una versión para el público nipón, de su álbum debut. El disco mantenía los 9 tracks originales y nos regaló las versiones en japonés de “Azul” y “Berlín”, además de 4 bonus que anunciaban el crecimiento de la banda. “Norte”, canción que por fin llevaba el nombre del disco, es una rola que emana melancolía y romanticismo chapado a la antigua. Luego, mientras que “Tiempo” nos remonta a la onda tropical presente en todo el álbum, “Jóvenes” y “Mal” marcaron la pauta para la evolución musical que se venía en su próxima producción.
Con menos de 15 canciones en su repertorio, lograron llenar un Foro Alicia, un Lunario del Auditorio Nacional y estar en un Vive Latino; viajar a Austin al festival South by Southwest, ir a Japón a grabar un video y ser ganadores en los premios Indie O Music Awards 2014 (Premios de la música independiente de México), a la mejor banda, mejor artista revelación, mejor canción, mejor director y mejor disco de Rock; y por si fuera poco, abrir en sus dos fechas en Foro Sol a The Rolling Stones, una de las bandas de rock más influyentes de la historia.
Después del éxito que representó su primera entrega, el reto más grande para Little Jesus, era el tomar la decisión de presentar algo nuevo o el aferrarse a las mismas canciones que por tres años habían tocado. Todas las miradas estaban puestas en la banda, la expectativa hacia el nuevo álbum era alta y ellos lo sabían. A finales de abril del 2016 anunciaron un concierto en el Plaza Condesa para el 12 de agosto, con la promesa de algo nuevo llamado “Río Salvaje”. Ya en el mes de mayo, apareció en todas las plataformas digitales “Mala Onda”, el primer sencillo de su segundo disco acompañado de un video.
“Mala Onda”, siguiendo los pasos de “Mal” y alejándose poco a poco del tropipop característico que la banda había adoptado, se convirtió en un puente entre los ritmos que conocimos con “Norte” y las guitarras llenas de fuerza y sintetizadores que estaban a punto de hacernos bailar de nuevo. Sin duda, la canción y el video mostraban que la banda había evolucionado, con un sonido maduro, visible en la presencia que Chimo le imprime al teclado, los efectos en las guitarras de Pony, el ritmo de Truco y Medina, y por supuesto, el nuevo juego vocal de Santiago. Acompañado a todo esto, en el video, la agrupación denota el amor por sus inicios con sus camisas hawaianas y su desfachatez al actuar, pero con un toque más cuidado en sus poses a propósito forzadas y la paleta de colores y luz presentes en cada escena que envuelve a la controversial locación del Partenón de el “Negro” Durazo, en Zihuatanejo.
Todo pintaba para un regreso triunfal, y así fue; el pasado 17 de julio después de grabar en el estudio Sonic Ranch, en un pueblo llamado Tornillo, en Texas; los Little Jesus arribaron de la misma manera que su segundo álbum, arrastrándonos a todos a su paso, como un “Río Salvaje”.
Cada artista tiene su manera y orden de presentarnos sus creaciones, pero en nosotros como público y seguidores, está una tarea importante, el respetar ese orden o adaptarlo a lo que buscamos. Little Jesus nos da esa opción en cada canción del nuevo disco, la opción de redescubrir el sonido que ahora se cargan los muchachos y otorgarle un sentido propio a las letras de cada tema, incluso a las que no tienen. Si Norte era un amplio abanico de posibilidades, “Río Salvaje” no sé qué sea. Su diversidad musical es tan extensa que da para interminables interpretaciones. El disco se encuentra plagado de experimentación sonora: sintetizadores por todos lados y guitarras llenas de distorsiones, letras más complejas y la oportunidad de enfocarse en piezas meramente instrumentales. Indudablemente, la banda tomó esta entrega como la oportunidad de reinventarse y reconocerse.
Si seguimos el orden del disco, desde la primera interpretación se nos devela que algo está pasando. “Nuevos Amigos”, es la canción que tiene el honor de abrir el disco, y no debería ser de otra manera. La rola nos grita que las cosas son distintas y que es el comienzo de algo nuevo. Nos empieza a preparar y hasta abrumar con el sintetizador saturado de los primeros diez segundos, para que luego haga entrada la armónica y letárgica voz de Santiago, invitándonos a una etapa con “nuevas canciones y discos que van a cambiar nuestra forma de ser”.
Después de algo nuevo, viene “La magia”, una de las canciones más bailables del disco, con frases fáciles de aprender y adoptar. Perfecta para describir un verano o un semestre enamorado. “Mala Onda”, como ya revisamos, trae una carga fuerte de simbolismo por ser el primer sencillo del disco, representa un parteaguas de la nueva faceta de la banda, aunque junto con ella, están canciones como “Niña Bien”, que con su alegre melodía nos remonta a los Little Jesus del 2014 que tocaban en Pulque Para Dos.
“La Luna” y “Golden Choice”, son canciones que inevitablemente harán bailar o caminar con ritmo por la calle a cualquiera, una tal vez más que la otra. Ambas tienen una onda funk y hasta setentera que le imprime el sello de evolución al disco. Otro tema que no se escapa tanto de esa influencia, es “Trágame Tierra”; los efectos y la música como de otra época son los protagonistas, mientras que voces como murmullos rellenan perfectamente los huecos para que ni cantar haga falta.
Con “Nuevo México”, el pop es más verde del otro lado, con un ritmo llevadero y letras que nos hacen pensar en aventuras adolescentes, dentro de la realidad extraña que la banda plantea.
Casi al final, como para dejarnos queriendo más, la banda nos regala una composición completamente instrumental. “Río Salvaje” coronada con el nombre del álbum, nos muestra que Little Jesus no es solamente tropipop y canciones pegajosas y bailables, sino que también se presta para una pura apreciación musical. Aquí, el grupo se enseña musicalmente más maduro, con la experiencia suficiente para armar de forma magistral un tema que no necesita de letra alguna. Ahora, donde desemboca el vaivén de ese “Río Salvaje”, nos aguarda un lago más tranquilo. Así es exactamente como se siente la canción final del disco. “T.Q.M” es tan simple y adorable como lo que esas siglas significan, y las voces que acompañan esta extraña balada. La armonía presente en la voz de Santiago, Ximena Sariñana y Elsa Carvajal de “Elsa y el Mar”, junto con ese aire de vals nostálgico cierran de forma estridente, dulce y tajante el último minuto del álbum.
Desde “Norte”, la banda demostró que era capaz de alterar el orden de las cosas, con sonidos innovadores, una actitud buena onda en todo momento y su propio método. Hoy, con “Río Salvaje”, simplemente lo confirman. Little Jesus es un grupo sincero y real, de amigos que disfrutan lo que hacen y que no temen al cambio y el crecimiento.