Por Itzel Ortiz
Un día como cualquier otro don Martín terminaba su jornada laboral, abrió la puerta del edificio dando la bienvenida a todos aquellos que llegaban a hacer sus actividades cotidianas, aunque en esta ocasión por órdenes del jefe la llegada era un poco más temprana, coincidencia o no, los trabajadores estaban dentro del edificio un 19 de septiembre de 1985 a las 7:19 a.m. la hora del temblor.
Miedo, incertidumbre, desesperación, arrepentimiento, son algunas de las emociones que embargan el cuerpo de don Martín después de lo ocurrido, sin saber ciertamente si todo era una pesadilla o una realidad casi imposible de imaginar, pero no estaba solo, a unos cuantos metros se hallaba Fernando, el jefe. En medio de la interminable oscuridad se encontraba una pequeña pizca de esperanza de salir con vida, pues un monstruo de concreto se les había caído encima. Pasados casi 31 años, México vuelve a sentir el vaivén de la tierra, causando terror, pánico y un sinfin de pensamientos y recuerdos del temblor del 85, ya sea porque nuestros oídos lograron escuchar historias, porque lo vimos en algún lugar de internet o porque en algún momento miramos a través de alguna película una reconstrucción del pasado, que en este caso pudo haber sido nuestro presente. Justamente son estos acontecimientos los que hacen a esta película de Jorge Michel Grau una oportunidad de observar un punto de vista más de lo que vivieron algunas personas cuando quedaron atrapadas debajo de los edificios derrumbados. Aunque en algunos momentos se pierde la naturalidad de los diálogos, este |
largometraje logra envolverte en la desesperación de los personajes y te sumerge en una realidad posible, con apoyo de pocos elementos la historia se introduce en tus pensamientos para hacerte reflexionar y valorar todo aquello que tenemos ya que de un momento a otro puede llegar a cambiar sin previo aviso, sin importar el día, la hora o quien eres en realidad.
Son dos rostros los que a pesar de pertenecer y poseer cosas totalmente distintas nos demuestran que sin importar lo que tengas todos nos encontramos propensos de estar debajo de ese mismo edificio. Dentro de nosotros sentimos esa empatía con los personajes porque no se despega de lo que vivimos día con día. Lo observamos en la televisión, lo leímos en los periódicos, lo vimos en internet todos hacían sus actividades cotidianas, niños en la escuela, gente trabajando, personas en su casa, todos en una completa calma que cambió en un abrir y cerrar de ojos. “7:19” se adapta como anillo al dedo a pesar de ser un hecho de hace más de tres décadas, los sentimientos no cambian, lamentablemente las circunstancias no varían, pues la película hace notar, al igual que días atrás, la escasa cultura de protección civil y los pésimos protocolos de acción ante este tipo de catástrofes, pero algo importante que destaca durante algunos segundos es la participación de los mexicanos, que al menos eso aún no ha cambiado. Por. Itzel Ortiz |