La fotografía es una forma de capturar la realidad, realidad que implica muchas veces desperfectos, mismos que pueden corregirse, pero existen unos con más notoriedad que otros. Por lo anterior muchos recurrimos al retoque de las fotografías, pero ¿qué pasa cuando el retoque supera su acción y se convierte en buscar rehacer la fotografía?
La estética de la fotografía se debe buscar antes y durante el momento de la captura fotográfica, no después.
Cuando se planea con anterioridad una fotografía se determina con exactitud lo que se quiere lograr, pues el planear implica preguntarnos como fotógrafos qué o a quién, cómo, cuándo, por qué y para qué queremos capturar. Además es necesario considerar qué tipo de composición fotográfica pretendemos aplicar, por ejemplo: regla de los tercios, ley de la mirada, enmarcado natural, dirección, etc. En el momento de la captura de la fotografía se debe cuidar todo lo planeado y además tener bien ajustados los valores técnicos: ISO, número F, velocidad de obturación, enfoque y balance de blancos por mencionar los más importantes, considerando que los valores de estos son en función de las condiciones luminosas del momento.
Una fotografía bien planeada y lograda no necesita gran edición o pretender que se modifique en su totalidad. El retoque es un proceso de edición fotográfico que viene después de la misma fotografía, con el cual se busca arreglar algún defecto de la foto que no fue posible evitar, como los conocidos fantasmas, las imperfecciones faciales de un(a) modelo, o para agregar mayor textura o brillo a la fotografía, pero no para recrearla de manera digital.
Cuando hay un exceso de edición en la fotografía, ésta pierde su objetivo de retratar la realidad. El retoque no es malo, es una buena herramienta, pero cuando se abusa del uso de instrumentos de los programas de edición, ya no es retoque, se convierte en una reconstrucción fotográfica que la lleva a tornarse falsa y no real.