Por: Gabriela López Juárez
Es difícil que en este país, plagado de políticos, la agenda pública no se vea afectada. Durante los últimos meses -y años de la actual administración del Presidente de la República, Enrique Peña Nieto (2012 - 2018) -, hemos sido testigos de lo intolerable. Pareciera que el pueblo mexicano debe siempre estar soportando la horda de comentarios y acciones y demás de sus más altos funcionarios (incluido el Presidente de la República) que hacen gala de lo que solo puede pasar en México.
¿Qué pasa en este país en el que se le permite al Presidente del Ejecutivo, el Lic. Enrique Peña Nieto (EPN) pasar por alto el plagio de al menos 197 de los 682 párrafos que conforman su tesis para la obtención del título que hoy ostenta sin que la Universidad de la cual egresara se atreviera a no más que emitir un comunicado en el que no existe sanción alguna para estos casos después del egreso de sus estudiantes?
Si esto no basta para señalarlo, recordemos también el polémico y controversial caso de la Casa Blanca, en el que las consecuencias resultaron en contra los periodistas, que fueron echados del aire de la radio mexicana: Rafael Cabrera, Sebastián Barragán, Irving Huerta, Daniel Lizárraga y por supuesto, Carmen Aristegui. No bastando eso, fueron víctimas de persecución mediante el uso de la vía judicial como un método de censura, al demandar la eliminación del prólogo del libro en el que se detalla a fondo la investigación de la casa antes mencionada y como si esto no fuese suficiente, además se hablaba de la prohibición de su difusión al aire y/o en conferencias.
Por su puesto que, en ese entonces, el titular de la Secretaría de la Función Pública, Virgilio Andrade, exoneró no sólo al titular del Ejecutivo, sino también a su esposa. En ese entonces el señor Presidente pidió perdón, pero ¿por qué perseguía entonces a los periodistas implicados en tal investigación?
Casos similares se habían dado en otros países (inclusive en monarquías) y los funcionarios, habían sido cesados inmediatamente del cargo y renunciado. En nuestro país no hubo asomo de juicio político. Lo mismo sucedió con Luis Videgaray Caso, quien también estaba implicado en el mismo caso con una de sus propiedades en Malinalco. De Grupo Higa, ni hablar; después de todos los contratos obtenidos en obra pública, no tiene mucho que perder, sabiendo que el caso no llegará a más gracias a la protección de la que goza.
Por si esto no fuera poco, mencionemos también la pusilánime actitud que el Presidente tomó respecto a la visita del entonces candidato presidencial del Partido Republicano de los Estados Unidos de América: Donald Trump. Las respuestas de este nefasto empresario, frente a México y el mundo no hicieron más que herir el ya de por sí, desgastado orgullo mexicano. Y las acciones de Peña Nieto volvieron a reiterar la ineptitud de la que no duda en hacer gala, así como de la sesgada visión de su equipo y parte del gabinete al facilitar esta visita, peor aún el haber orquestado toda la visita cual Jefe de Estado visitando a su homólogo, sin siquiera haber sido electo todavía.
No es de sorprender, que después de afirmar en un foro del Fondo de Cultura Económica y cito: “yo si creo que hay un tema cultural lamentablemente que ha provocado corrupción…” el Presidente diera muestra de ello con los hechos descritos anteriormente. Tal afirmación hace pensar que esto sucede porque así vivimos en México, pero no. La corrupción es uno de los peores actos que hemos legitimado, lo hemos normalizado, acompañándola siempre de su inseparable amiga: la impunidad.
¿Y qué decir de Atoyzinapa, o de Tlatlaya? Casos en donde imperan los actores antes mencionados: corrupción e impunidad. Y todos aquellos casos que en el tiempo han dejado huella y que siguen ahí, esperando.
Por eso es importante no olvidar, porque a pesar de todo, llegará el día, por muy lejano que se vea, en que se haga justicia. En el que nadie no perdone, ni olvide, en el que seamos partícipes de un sueño perseguido por muchos y alcanzado por pocos: la democracia.
Suena utópico, tal vez, más no imposible. Pero es el tiempo de hacer caso al refrán que sabiamente reza: todo lo cura el tiempo. Es posible que esto ocurra con los mexicanos.
Ante todo no hay que desesperar, debemos seguir enojándose, seguir reclamando, seguir alzando la voz, seguir denunciando, seguir indignándose. Nos debemos a este país y es lo mínimo que podemos hacer. Porque a pesar de todo, seguiremos esperando.
Y la esperanza, es lo último que muere