Hay una fecha que no puede ser negada, ni impedida por nada. Es el caso de este 16 de noviembre, en el que año con año, cientos de alumnos finalizan sus estudios universitarios, clausuran una de las etapas más importantes de su vida y dan paso a lo que será la vida adulta; sin escuelas, ni tareas, ni horas libres, sin conversar en las canchas con los amigos, sin odiar al profesor por los extraordinarios.
Es importante cerrar lo que se inició: una licenciatura, ingeniería, una carrera técnica, lo que sea que nos prepare para el futuro cercano, es siempre un honor finalizarlo. Produce tristeza, alegría, llanto, orgullo, liberación, satisfacción, un millón de emociones quizá al mismo tiempo; por fin tener tu tesis terminada en la mano, tener tu título, tus estudios, la posibilidad de decir que lograste una meta más en tu vida; eso no se compara con nada. El esfuerzo y éxito individual siempre cooperan con el grupal y fortalecen los lazos de amistad y compañerismo.
Cada clase, cada hora, cada profesor, cada tarea y por qué no, cada examen, valen la pena, valen el recorrido para estar aquí y portar con orgullo el último “uniforme” que te representará como estudiante, como universitario.
Pretendemos ser jóvenes toda la vida, no siempre pero sí todo el tiempo; que nunca se acabe eso, que nunca nos quiten las ganas de vivir, de aprender todos los días algo nuevo, de hacer lo que nos gusta, de terminar lo que iniciamos, que nunca se acabe la vida, aunque se estén acabando los años.
Enhorabuena a la generación 2012 y las siguientes que vendrán año con año.