Mildred Vázquez Ortega
Unos cuantos adentro habían tomado mi lugar así que busqué otro asiento y el tipo de cabello largo me dio el programa. Al inicio, sólo seis personas que entre pasos y murmullos buscaban un buen lugar. Se percibía silencioso, algunos leían el programa, otros platicaban pero de fondo siempre se escuchaba el sonido accidental de un instrumento.
“Está integrado por alumnos de la clase de música de cámara y ensambles instrumentales de los niveles Técnico y Licenciatura…El ensamble ha interpretado una gran variedad de obras para percusión así como adaptaciones de obras para otros instrumentos tanto de compositores mexicanos y extranjeros en jazz, música clásica y contemporánea”, se lee en el díptico.
La voz de una mujer anuncia la primera llamada a las 7:00 mientras los murmullos se hacen más fuertes y sólo tres minutos después se anuncia la segunda llamada. La sala está casi llena y a las 7:05 se da la bienvenida, todos aplaudimos un poco cansados.
Silencio por unos segundos, la magia comienza:
Suenan las claves mientras se aproxima al centro de la sala, el sonido que emana de esa percusión marca el inicio de la canción Música para maderas de Steve Reich. Todos escuchamos en silencio y poco a poco somos hipnotizados por ese sonido acompañado de otras cuatro percusiones que poco a poco se agregan al sonido de las claves.
Ninguno pierde el ritmo, todo se mezcla creando un sonido constante que contagia la atmosfera del lugar, todos nos hallamos asombrados con la melodía marcada por el sonido inicial de las claves que percibo en la oreja izquierda. Mientras todos escuchan me percato de un músico que cierra los ojos para concentrarse y se hinca. Enseguida un cuarto sonido emana a nuestras espaldas y se acerca al centro. Éste toca con los ojos cerrados, se mueve y se eleva al ritmo de cada toque, como si cada percusión fuese un intento para levantar vuelo pero sus pies vuelven a tierra cuando aparece un efímero silencio entre cada nota. No logra elevarse pero se mantiene en la sala tocando para nosotros.
Un quinto sonido proviene del director, Arturo Gonzáles Pérez, un percusionista poblano que estudió en la Universidad de Guanajuato y egresó de la maestría en Música de Cámara en el Centro Mexicano de Postgrado en Música A.C.
Todos se sincronizan y disminuye la potencia de los golpes, el sonido cede y hay un silencio que nos despierta de la hipnosis, el preludio a los aplausos efusivos.
Arturo Gonzáles explica que es una pieza minimalista de una corriente que nació en los 50 y tuvo su apogeo en los 60, nace junto con la música experimental de aquellos años que tiene como objetivo utilizar el menor número de implementos musicales.
“Aparentemente no sucede nada pero todo ocurre alrededor”, agrega el director. Ahora entendemos el por qué de la hipnosis.
A las 7:34 se disponen a tocar Piano Face, una pieza original en ese instrumento adaptada a dos marimbas. Las manos se mueven rápidas y de forma precisa mientras los cuerpos se tambalean como el movimiento de las olas tranquilas. Se intensifica el sonido y los cuerpos inertes mueven los brazos meticulosamente. Otro sonido hipnótico invade la sala. La intensidad aumenta, disminuye y sube de nuevo hasta que se mantiene y pasados unos segundos termina.
En este punto todos estamos atentos a la siguiente pieza, un cuarteto de percusión de Anthony Cironé que comienza con un sonido poderoso emitido por el timbal el cual llena la sala de tensión, es una jungla de percusiones con instrucciones precisas.
El mago dirige los sonidos con movimientos automáticos, marcando la intensidad de cada instrumento y los silencios. Dirige la musica mientras pasa la página, la siente y se hace uno con ella para poder leer las partituras. Todo termina con un sonido contundente y desgarrador.
La tensión desaparece y la atmosfera se tranquiliza mientras reaccionamos para aplaudir, esta vez con euforia y asombro de lo que acabamos de escuchar. Como decía David Byrne, “la música no la tienes que traducir. Simplemente te afecta y no sabes por qué”, es la incertidumbre causada por una pieza tocada correctamente para dominar mentes y mover cuerpos.
A las 7:42 no queda duda, estamos presenciando un evento único.
El director, un poco nervioso, vuelve a tomar la palabra y explica el por qué de las siguientes piezas pues aunque no son atemporales, su presentación se atrasó por el sismo del pasado 19 de septiembre, todas tradicionales y muy conocidas entre el público, tanto que cuando la marimba comienza a tocar Malagueña y 100 años de Rubén Fuentes, muchos marcan el ritmo con el pie o se disponen a cantar fragmentos.
La bruja, Cascabel y el Son de la negra son las últimas piezas tocadas en la presentación. Ya en las últimas percibo al chico que se mueve de forma metódica, el que con cada nota recibe un pequeño impulso en sus pies, el cajón tranquilo marcando el ritmo y sus alegres acompañantes tocando con una sonrisa en el rostro. Todos somos ojos atentos a los movimientos hipnóticos de los brazos de los músicos que ya cansados tocan la última pieza.
Satisfechos, relajados; algunos disfrutaban desde el inicio pero otros estaban tan concentrados que sus caras eran planas.
7:56, el tiempo pasa rápido mientras tocan la última pieza, todos se mueven a un mismo ritmo; otra vez el fenómeno de la ola que acompaña al músico empedernido que se deja llevar.
A las 8:04 suena la última nota y en los rostros llenos de alegría se gesta la tranquilidad.
“Fue cambiante, inició hipnotizante, luego bastante confuso, tuvo tintes tradicionales y selváticos. Fueron de polo a polo ¿Entiendes?”, me comenta el tipo de cabello largo.
Todos salimos satisfechos, nos desconectamos de un mundo hipnótico y fantástico para regresar a la realidad.
Unos cuantos adentro habían tomado mi lugar así que busqué otro asiento y el tipo de cabello largo me dio el programa. Al inicio, sólo seis personas que entre pasos y murmullos buscaban un buen lugar. Se percibía silencioso, algunos leían el programa, otros platicaban pero de fondo siempre se escuchaba el sonido accidental de un instrumento.
“Está integrado por alumnos de la clase de música de cámara y ensambles instrumentales de los niveles Técnico y Licenciatura…El ensamble ha interpretado una gran variedad de obras para percusión así como adaptaciones de obras para otros instrumentos tanto de compositores mexicanos y extranjeros en jazz, música clásica y contemporánea”, se lee en el díptico.
La voz de una mujer anuncia la primera llamada a las 7:00 mientras los murmullos se hacen más fuertes y sólo tres minutos después se anuncia la segunda llamada. La sala está casi llena y a las 7:05 se da la bienvenida, todos aplaudimos un poco cansados.
Silencio por unos segundos, la magia comienza:
Suenan las claves mientras se aproxima al centro de la sala, el sonido que emana de esa percusión marca el inicio de la canción Música para maderas de Steve Reich. Todos escuchamos en silencio y poco a poco somos hipnotizados por ese sonido acompañado de otras cuatro percusiones que poco a poco se agregan al sonido de las claves.
Ninguno pierde el ritmo, todo se mezcla creando un sonido constante que contagia la atmosfera del lugar, todos nos hallamos asombrados con la melodía marcada por el sonido inicial de las claves que percibo en la oreja izquierda. Mientras todos escuchan me percato de un músico que cierra los ojos para concentrarse y se hinca. Enseguida un cuarto sonido emana a nuestras espaldas y se acerca al centro. Éste toca con los ojos cerrados, se mueve y se eleva al ritmo de cada toque, como si cada percusión fuese un intento para levantar vuelo pero sus pies vuelven a tierra cuando aparece un efímero silencio entre cada nota. No logra elevarse pero se mantiene en la sala tocando para nosotros.
Un quinto sonido proviene del director, Arturo Gonzáles Pérez, un percusionista poblano que estudió en la Universidad de Guanajuato y egresó de la maestría en Música de Cámara en el Centro Mexicano de Postgrado en Música A.C.
Todos se sincronizan y disminuye la potencia de los golpes, el sonido cede y hay un silencio que nos despierta de la hipnosis, el preludio a los aplausos efusivos.
Arturo Gonzáles explica que es una pieza minimalista de una corriente que nació en los 50 y tuvo su apogeo en los 60, nace junto con la música experimental de aquellos años que tiene como objetivo utilizar el menor número de implementos musicales.
“Aparentemente no sucede nada pero todo ocurre alrededor”, agrega el director. Ahora entendemos el por qué de la hipnosis.
A las 7:34 se disponen a tocar Piano Face, una pieza original en ese instrumento adaptada a dos marimbas. Las manos se mueven rápidas y de forma precisa mientras los cuerpos se tambalean como el movimiento de las olas tranquilas. Se intensifica el sonido y los cuerpos inertes mueven los brazos meticulosamente. Otro sonido hipnótico invade la sala. La intensidad aumenta, disminuye y sube de nuevo hasta que se mantiene y pasados unos segundos termina.
En este punto todos estamos atentos a la siguiente pieza, un cuarteto de percusión de Anthony Cironé que comienza con un sonido poderoso emitido por el timbal el cual llena la sala de tensión, es una jungla de percusiones con instrucciones precisas.
El mago dirige los sonidos con movimientos automáticos, marcando la intensidad de cada instrumento y los silencios. Dirige la musica mientras pasa la página, la siente y se hace uno con ella para poder leer las partituras. Todo termina con un sonido contundente y desgarrador.
La tensión desaparece y la atmosfera se tranquiliza mientras reaccionamos para aplaudir, esta vez con euforia y asombro de lo que acabamos de escuchar. Como decía David Byrne, “la música no la tienes que traducir. Simplemente te afecta y no sabes por qué”, es la incertidumbre causada por una pieza tocada correctamente para dominar mentes y mover cuerpos.
A las 7:42 no queda duda, estamos presenciando un evento único.
El director, un poco nervioso, vuelve a tomar la palabra y explica el por qué de las siguientes piezas pues aunque no son atemporales, su presentación se atrasó por el sismo del pasado 19 de septiembre, todas tradicionales y muy conocidas entre el público, tanto que cuando la marimba comienza a tocar Malagueña y 100 años de Rubén Fuentes, muchos marcan el ritmo con el pie o se disponen a cantar fragmentos.
La bruja, Cascabel y el Son de la negra son las últimas piezas tocadas en la presentación. Ya en las últimas percibo al chico que se mueve de forma metódica, el que con cada nota recibe un pequeño impulso en sus pies, el cajón tranquilo marcando el ritmo y sus alegres acompañantes tocando con una sonrisa en el rostro. Todos somos ojos atentos a los movimientos hipnóticos de los brazos de los músicos que ya cansados tocan la última pieza.
Satisfechos, relajados; algunos disfrutaban desde el inicio pero otros estaban tan concentrados que sus caras eran planas.
7:56, el tiempo pasa rápido mientras tocan la última pieza, todos se mueven a un mismo ritmo; otra vez el fenómeno de la ola que acompaña al músico empedernido que se deja llevar.
A las 8:04 suena la última nota y en los rostros llenos de alegría se gesta la tranquilidad.
“Fue cambiante, inició hipnotizante, luego bastante confuso, tuvo tintes tradicionales y selváticos. Fueron de polo a polo ¿Entiendes?”, me comenta el tipo de cabello largo.
Todos salimos satisfechos, nos desconectamos de un mundo hipnótico y fantástico para regresar a la realidad.